Sorprenderse ante la normalidad es síntoma de erosión, mucho más si la sorpresa viene por el abastecimiento de un supermercado, de los bancos sin colas, de un transporte público funcional e impecablemente puntual.
Que un acuerdo social bien cimentado, de respeto a las leyes y protección del Estado de Derecho deslumbre a muchos venezolanos que ahora habitan en países de un primer mundo, y en muchos otros que se enrutan a la evolución, da una medida de cuanto se ha perdido y nunca se logró.
Y resulta necesario hacer crítica pura y dura ante semejante fragilidad. Es urgente sí, levantar muros para frenar el paso de la mediocridad y la mirada iluminada frente a un hospital donde se atiende con todos los recursos médicos, o ante un colegio donde los niños desarrollan proyectos de robótica y estudian con tablets, o una tasa de homicidios de 0.3% cada 100 mil habitantes, o los acuerdos entre partidos mayoritarios y sus oposiciones para formar gobiernos, como los recientes pactos en Alemania que, sean o no polémicos, sirven de medio para robustecer democracias.
Lo sorprendente, en todo caso, lo llevan los venezolanos a los círculos que los reciben cuando se cuenta de los niños muertos por hambre en un país de riquezas.
y se explica que el régimen ametralla a jóvenes con escudos de cartón. He visto rostros de europeos desencajarse tratando de comprender cómo 50 céntimos de euro se traducen en un sueldo mínimo en Venezuela, y que estos, a su vez, solo alcanzan para comprar un cartón de huevos.
Mejor dejarse impresionar e interesar por avances agigantados de países que basan su modelo en el conocimiento e investigaciones científicas, como por ejemplo, los anuncios desde Japón que aseguran que, en menos de una década todos los adultos mayores serán atendidos por robots multifuncionales y con inteligencias artificiales capaces de generar conversaciones.
Que un medio histórico como la BBC publique en sus propias plataformas que su editora estrella en China, Carrie Gracie, renuncia por una «persistente desigualdad de género» en los salarios del gigante del periodismo británico, es para recordar.
En Venezuela pareciera que la ficción aplasta la realidad a diario, pero ficción de la mala. La barbarie conquista terrenos por segundos
Llevar la normalidad a Venezuela no será fácil, pero no hay más salidas. Toca trabajar, por el momento, para sorprender frenando la destrucción.
Carlos Moreno
Prensa Paúl Venezuela